LA TRAMPA

16:50

 

Mentiría si dijera que lo vi venir.

Era un paciente “normal”, es decir, no mostraba ninguna conducta que me hiciera pensar lo que ocurrió en una de las sesiones, algo que nunca experimenté antes, aunque sí lo había pensado alguna que otra vez.

La sesión en cuestión fue también normal, respecto a tiempo y contenido. Hablamos de lo que yo tenía preparado y de lo que Toni consideró importante, tal como habíamos hecho en los tres meses anteriores que llevábamos trabajando en terapia.

Incluso recuerdo que la despedida fue sin más, nada llamativa. Un apretón de manos y un “espero tu mensaje con la nueva cita”.

La sorpresa llegó a inicios de esta semana, cuando recibí una llamada en mi teléfono:

-        Es usted Manuel Salgado, el psicólogo”, -escuché con voz solemne y de alguien desconocido.

-        Así es. Quién lo pregunta”

-        “Soy Eduardo Xxxxx, abogado de Don Antonio Xxxxx Xxxxx. Lo conoce, ¿verdad?”

-        Lo lamento, pero no puedo responderle a ésta ni a ninguna otra pregunta de este tipo por teléfono”, -contesté con firmeza, teniendo claro dónde está mi deber de salvaguardar la confidencialidad del paciente.

-        Bueno, realmente ambos sabemos que es paciente suyo, así que no le doy importancia a que me confirme o no que lo conoce. Sólo quería decirle que en breve recibirá una citación en su despacho, ya que Don Antonio le ha denunciado por algo que ocurrió en la consulta. No obstante, estoy autorizado a proponerle llegar a un acuerdo y evitar así males mayores”

No puedo negar que el paso de los segundos originara ponerme más nervioso cada vez. Era mi deseo y necesidad saber más datos al respecto sobre este tema, pero no sabía bien a qué me estaba enfrentando. Incluso no sabía si este paciente y yo estábamos siendo víctimas de una estafa, quizás él sin saberlo.

Dudaba sobre la estrategia a seguir. No sé bien qué hubieras hecho tú en mi lugar, pero considerando que tenía las manos atadas, decidí darle normalidad al asunto y le envié a Toni el SMS para la siguiente cita, tal y como acordamos la última vez.

Solía tardar unas horas en darme el OK, pero esta vez habían pasado ya 24 horas y no recibía su respuesta. Esto me hizo decidirme a llamarle, con el pretexto de la confirmación de la cita, pero sobre todo para entrar en contacto con él e iniciar un tanteo de veracidad de la llamada de ese supuesto abogado.

Después de varios intentos, por fin me respondió con un frío “sí”.

-        “Buenas Toni, soy Manuel. Sabes que nunca llamo para darte la cita, pero debo cerrar la agenda de la semana próxima y no sé si recibiste mi mensaje.”

Se quedó unos tensos segundos en silencio y respondió como nunca me hubiese esperado:

-        Mira Manuel. Te agradezco mucho tu trabajo conmigo, me has ayudado mucho, pero no seguiré yendo a consulta”

-        “Vaya, entiendo. No me esperaba que termináramos la terapia de esta forma tan abrupta, pero te respeto, por supuesto”

-        “Bueno, yo tampoco, pero las cosas son como son. Por cierto, imagino que te habrá llamado mi abogado, el Sr. Xxxxx”

-        “¿Cómo?, ¿sabes algo sobre este tema?”

-        “Sí, lo he contratado yo a raíz de la última sesión.”

-        “Toni, ¿qué pasó en la última sesión?, no recuerdo que pasara nada para que de pie a una denuncia”

-        “Verás, se hablaron de muchos temas, como siempre. Incluso se habló algo sobre mi relación con mi expareja. Y ahí fue donde te equivocaste”

-        “¿En qué me equivoqué?, no tengo presente que dijera nada inapropiado sobre ella. Sabes mi forma de actuar”

-        “Entiendo que no lo recuerdes, pero yo sí”

-        “Pues aclárame qué fue, por favor, así saldré de dudas”

-        “Eso no será posible sin más. Deberíamos llegar a un acuerdo para que te dé esa información”

-        “¿Un acuerdo?, no te pillo” -le espeté cada vez más estupefacto.

-        “Sí, es bien sencillo. Si alcanzamos un acuerdo económico, no pasaré a denunciarte, bueno más bien no irá mi expareja. Si no es así, ten por seguro que llegará esa carta a tu despacho”

-        “Estoy en shock. No me imaginaba ninguna reacción tuya de este tipo. Es más, sigo sin recordar qué daño he podido originar en esa sesión que me comentas”

-        “Bueno Manuel, te daré un aperitivo”, -y tras decirme se quedó callado y comencé a escuchar lo que supuestamente era mi voz y la suya en la sesión anterior.

-        “¿Qué es eso, Toni? ¿Es lo que parece?”

-        “No sé qué te parece a ti, pero es obvio que son nuestras voces. ¿Te parece que hablemos del acuerdo?” 

-      "O sea, ¿qué grabaste sin permiso esa sesión? Bien, no me dejas más remedio que..."


Manuel Salgado Fernández

Psicólogo clínico y del Deporte // Col. AN-2.455

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