EL ENGAÑO
12:28Cuando alguien viene a consulta, siempre pienso que el único motivo que le hace estar allí es buscar mi ayuda para mejorar su vida, teniendo en cuenta que soy un profesional de la salud.
No obstante, no ocurre así en el 100 % de las ocasiones, de manera que alguna vez que otra vivo alguna experiencia un tanto extraña, escuchando peticiones que me dejan patidifuso.
Esta que comparto ahora fue de película, tipo thriller de espionaje.
Eduardo llegó a su cita diez minutos antes de la hora, lo cual tampoco me sorprendió mucho dado lo habitual de este hecho. Lo que sí llamaría mucho mi atención fue lo que sucedió en los minutos iniciales de la sesión.
Al hacerle la típica pregunta para iniciar mi trabajo, Eduardo fue claro y directo: “No he venido a hacer terapia. Sólo quiero que me hagas un informe como que tengo problemas para trabajar y así seguir cobrando mi paga. No me da la vida para tenerme que levantar cada día temprano para ganar 800 míseros euros”.
Imagínate mi cara de… “¿perdona?”. Sinceramente no me esperaba que me hiciera tal petición y que, además, lo hiciera casi en el inicio de la sesión. No disimuló lo más mínimo el por qué estaba allí.
Me pareció que él tampoco supuso que mi respuesta sería la que le di, quizás por eso pasó al plan B de su estrategia y me ofreció lo siguiente para convencerme:
- “A ver, sé que es raro que te pida esto, pero debes entender que ambos podemos beneficiarnos de ese informe, que por otro lado sospecho que no te cuesta ningún trabajo. Con poco que pongas creerán que no estoy apto para trabajar. Y te podrás llevar una cantidad muy curiosa, sin que nadie se entere”.
Eso, si cabe, me encendió mucho más. Quería ponerme una zanahoria por delante para convencerme de que tuviera una conducta ilegal e inmoral, como si mi vida profesional se hubiera sustentado en mentiras y trapicheos.
Mi primera reacción en pensamiento fue echarlo de la consulta, sin más. Sin embargo, pensé que no debía dejar escapar la oportunidad que tenía por delante, así que le dije: “Dame unos días para pensar qué podemos hacer y te llamo para encontrarnos aquí de nuevo”.
Eduardo aceptó encantado la petición y se despidió con un: “… ¡Manuel, seguro que no te arrepentirás!”
Tal como le dije, a la semana siguiente contacté con él y fijamos una nueva cita en la consulta.
En esta segunda ocasión, la entrada de Eduardo fue diferente, como más formal.
Se sentó en el confidente del despacho y me expresó su alegría porque yo hubiera aceptado la propuesta de realizar un informe falso en beneficio de ambos.
Ese formalismo me resultó extraño, parecía como si estuviera leyendo algo o preparando un paso siguiente.
No tardó ni dos minutos después de mostrarme su satisfacción por el “acuerdo”, cuando sacó un carnet de su cartera para mostrármelo: “Eduardo F. J., inspector de la Seguridad Social”.
- “Bueno Manuel, creo que te has metido en un gran lío. El otro día aceptaste mi propuesta de realizar un informe falso, lo que supone un delito contra la Seguridad Social. Sí, lo siento, picaste el anzuelo y ahora te tocará pagar las consecuencias por ello”.
Lo miré casi sin inmutarme, no le dije nada y me levanté para coger mi móvil.
- “¿A quién llamas?”, me preguntó Eduardo, sorprendido con mi acto.
- “Verás, cuando te fuiste el otro día de mi despacho, llamé a mi asesora legal para comentarle este asunto. Le expliqué lo que había ocurrido y decidimos que tú y yo tuviéramos este encuentro para justamente hacer lo contrario que me dices: ¡Denunciarte por tu ofrecimiento ilegal! Es más, ella está abajo en la calle, con la intención de subir para ser testigo de tu idea y así poder llevar este caso a la justicia”.
- “Claro, claro. Ahora intentas desdecirte para evitar así la sanción que conllevará tu decisión del otro día”.
- “En absoluto. En ese encuentro te dije que me dieras unos días para pensar qué podíamos hacer. Eso es justamente lo que hice, concretar con mi asesora cómo podíamos abordar una situación ilícita”.
- “Vaya, lo tienes bien preparado. La coartada te ha salido perfecta, pero seguro que habrá otra oportunidad para atraparte, porque es algo que hacen otros profesionales”.
- “Mira Eduardo, no sé lo que hacen el resto de mis colegas, pero confío en la buena profesionalidad de la gran mayoría y en sus intenciones de ayudar a las personas. No sé si esto lo sueles hacer para pillar a determinados tramposos, pero déjame que te diga algo: ¡No juzgues a nadie de manera precipitada! Por cierto, llamaré a la Tesorería de la Seguridad Social para dar parte de tus prácticas, por si acaso no están enterados”.
Dicho esto, le invité a salir del despacho y me despedí diciéndole: “Espero que tu vida personal sea más de verdad que la profesional, Eduardo”.
Psicólogo clínico y del Deporte // Col. AN-2.455