LA CARTA
12:58No me es para nada desconocido el mundo del tarot. Sé que no tiene un carácter científico, pero te aseguro que es -cuanto menos- divertido cuando se echan las cartas con la intención de “adivinar el futuro”.
Es algo que entró en mi vida hace muchos años, cuando nuestro camino coincidió con el de nuestra querida amiga Toñi, formando parte con frecuencia de los diferentes encuentros mensuales que realizamos con otros amigos, sobre todo amigas.
Obviamente, el tarot no es algo que emplee entre mis herramientas terapéuticas, aunque sí considero que debo estar pendiente de todo lo que una persona me diga en cada sesión. Justo por esto, me pasó lo siguiente en una ocasión.
Se trataba de Raúl, un paciente que había venido tres veces y que presentaba un cuadro ansioso de nivel medio-alto, que según él se inició hacía un par de meses.
En la exploración de su historia, lo que se conoce como análisis funcional, yo no era capaz de encontrar la posible causa que pudiera estar justificando ese notable malestar que el paciente mostraba y que, incluso, le llevó a pedir la baja en su trabajo hacía dos semanas.
Mis preguntas fueron orientadas, una tras otra, a encontrar esa fuente de ansiedad, la cual suele estar centrada -casi siempre- en un tiempo más futuro.
En la cuarta sesión, viendo que Raúl no mejoraba en su estado, fui más incisivo para intentar llegar a otra parcela más profunda, más privada. Finalmente, no sin un pago de incremento de ansiedad en plena consulta, Raúl decidió que era el momento de compartirme su teoría.
- Verás Manuel, hace un par de meses, fui a una reunión con unos amigos de siempre, salvo por la presencia de una chica especial.
- Entiendo, ¿y tu malestar se relaciona con esa persona nueva en tu vida?
- En parte sí, porque esa chica, llamada Sole, era experta en echar cartas, las del Tarot. Yo me resistí al principio, porque me da mucho miedo saber mi futuro, pero no tardé en aceptar la tentación de tener ventaja sobre lo que tengo por delante.
Seguro que Raúl no es la primera persona que duda sobre esta experiencia y al final se decide a probar. Es normal entre los humanos intentar -de cualquier manera- controlar lo que nos viene, para así tener menos incertidumbre.
- ¿Y qué fue lo que te dijo Sole?
- Aquí está el problema. El sistema consistía en colocar tres cartas encima de la mesa y a partir de aquí interpretar lo que éstas dijeran, incluso añadir otras cartas si Sole lo consideraba oportuno.
- ¿Recuerdas qué cartas salieron en tu tirada?
- ¡Sí, cómo para no recordarlas!: El Colgado, El Diablo y La Muerte. ¿Te parece poco? Cuando lo vi encima de la mesa, me asusté tanto que no esperé a que Sole me dijera nada y me fui corriendo de la reunión. Pensé que claramente estaba viendo sobre la mesa mi sentencia final.
- ¿Y cómo sabes que esas tres cartas indican eso en el mundo del tarotismo?
- No hace falta ser muy listo en esto para darse cuenta que el mensaje era claro. Desde entonces no duermo bien y la ansiedad me está comiendo, como tú mismo percibes desde que vengo a terapia. No sé cuándo se cumplirá ese mensaje de mi futuro.
Raúl decía no tener ni idea de este método para adivinar el futuro, pero le dio validez absoluta a lo que vio en esa “fatídica” tirada de Sole, tanto que estaba esperando una especie de ejecución inamovible.
Considerando el enorme valor que le daba a lo que vio en esas cartas, le pregunté sobre si se había planteado contactar con Sole para que ella le confirmara o no la interpretación gratuita que él mismo hizo.
Lejos de hacer eso, Raúl consideró que lo mejor que podía hacer era intentar una especie de inmunización sobre esa lectura futurista. Para ello, compró una baraja del Tarot para añadir más cartas a las tres ya referidas.
- Ah, vale, intentabas como una especie de antídoto para compensar el mal augurio que viste en esa tirada, ¿no es así?
- Exactamente así, Manuel. Cogí las cartas recién compradas, puse las que ya me salieron con Sole encima de la mesa y me dije a mí mismo: ahora pon otras tres más encima, para ver si sale otra cosa más bonita.
- Ya. Me interesa saber qué otros arcanos mayores te salieron.
- Vaya, parece que entiendes del tema. Entonces te diré que las nuevas cartas fueron éstas: La Luna, el Carro y el Ermitaño. Todo esto no me ayudó para nada, sino más bien todo lo contrario.
- Me pierdo Raúl. ¿Qué conclusión sacaste de esas nuevas cartas que tú mismo pusiste encima de la mesa?
- Manuel, sé que intentas ayudarme, pero no disimules conmigo. Sí entiendes el mundo del tarotismo, está claro lo que significa: moriré de noche, atropellado por una persona solitaria que lleva un coche ¡No hay más formas de verlo!
- Bueno Raúl, al menos ya sabemos de dónde viene esa ansiedad tan elevada que llevas soportando semanas. Sólo una pregunta: ¿qué pensarías si la siguiente carta que te saliera fuera la de El Loco?
Psicólogo clínico y del Deporte // Col. AN-2.455