LA SORPRESA

19:09

 


Lo habitual es que a la consulta lleguen historias en las que prima el malestar, el dolor, la tristeza y el pesimismo. Sin embargo, estas emociones negativas -no siempre inadecuadas- se van tornando, gestionando mejor y transformándose en positivas con el transcurrir de la terapia.

Fue en una de esas sesiones de “fase avanzada” donde me encontré con una situación de lo más rocambolesca. Llevaba haciendo terapia de pareja con ellos varios meses y para ese día, Ismael me envió un mensaje para decirme que les pusiera la sesión en mi última hora de la tarde, lo cual me extrañó, ya que siempre acudían a primera hora, para así tener la tarde más libre.

No le pregunté los motivos y accedí a ello, aunque en mi interior corría una duda sobre qué generaba ese cambio, toda vez que Ismael me dijo: “…es por algo especial que quiero darle a Gonzalo”
 
Estuve intrigado toda la semana, hasta que llegó el día de la sesión.

Gonzalo llegó mostrando su asombro de por qué yo había decidido ese cambio de hora, lo que me dejó sin palabras y bloqueado, algo que Ismael resolvió con un guiño cómplice.

La sesión fue fluida, dado que el estado de la relación era muy satisfactorio desde hacía varios meses, lo que me dio pie a proponerles hacer un alto en el camino de la psicoterapia y probar que ellos siguieran avanzando desde lo aprendido en este tiempo.

Ambos estuvieron de acuerdo, de hecho, parecía que también habían pensado algo similar y se habían planteado comentármelo ese mismo día o, como mucho, en la siguiente sesión.

Despidiéndonos, les agradecí su confianza hacia mi trabajo y les mostré mi convicción sobre la estabilidad futura que tendrían, tanto a corto como a medio plazo, siendo fundamental que no perdieran de vista la relevancia de una buena y efectiva comunicación.

En ese momento, Ismael se levantó de la silla y dijo: “…justamente Manuel. Es por esto que quiero comentarle a Gonzalo, delante de ti, algo que me parece muy influyente en nuestra relación y que no quiero ni debo ocultar por más tiempo”.

La cara de Gonzalo, y seguro que la mía también, fue de una sorpresa tensa. Ninguno sabíamos lo que Ismael tenía preparado para compartir, pero su forma abrupta de levantarse nos dejó un tanto en fuera de juego.

- “Bien Ismael, sácanos de dudas, antes de que nos dé algo a los dos”

Su nerviosismo se incrementó, lo que me hizo pensar lo peor, sobre todo después de que estuviera casi diez segundos callado, mirando fijamente a su pareja. Por momentos pensé que se me había escapado algo sobre la realidad de la relación y que, ahora, Gonzalo, estaba dispuesto a poner alguna información delicada encima de la mesa.

Se fue a su chaqueta, cogió un pequeño paquete muy bien envuelto y lo situó en la mesa, justo delante de Gonzalo, añadiendo: “…ábrelo, por favor”

Gonzalo tardó en reaccionar, lo cual yo mismo entendía por lo extraño de la jugada. Finalmente, se decidió a abrirlo y…”tachán”, allí estaba un precioso anillo, con un pequeño mensaje que compartió conmigo al instante: “¿Quieres casarte conmigo?”.

Ismael no sabía a dónde mirar, aunque tampoco hubiera percibido mucho por lo humedecido de sus ojos... Gonzalo se levantó, dejando la caja en la mesa, y se dirigió a su pareja para decirle…

 

Manuel Salgado Fernández

Psicólogo clínico y del Deporte // Col. AN-2.455

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